domingo, 23 de octubre de 2011

La esencia de la Justicia

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Actuar siempre en cualquier circunstancia como si se fuera el primer actor de un programa real. Esta frase pronunciada en términos poco ortodoxos pero sin duda alguna muy digerible, podría sintetizar y actualizar la esencia de dos principios enunciados por Emmanuel Kant y por Adam Smith, con respecto a la justicia y la forma como los ciudadanos deberían enfocar su conducta para alcanzarla.

La justicia

La frase esgrimida antes intenta recoger y conciliar dos concepciones respectivamente, la de someter  nuestras actuaciones a un principio y la de tener siempre en cuenta como nos miran los demás. Regresando al contexto original, Kant sugería que debíamos actuar de tal manera que la máxima de nuestra voluntad pudiera ser en todo momento principio de una ley universal, pero Smith nos invitaba a valorar nuestra conducta como uno imagina que la examinaría un observador imparcial. He aquí dos ejemplos entresacados entre las infinitas profundidades que grandes filósofos nos legaron en torno a la idea de justicia.

Dos diferentes enfoques

Provienen de dos diferentes enfoques que como podemos darnos cuenta: el de Kant, que propugna un esquema de comportamiento correcto sobre el cual se sustentaría el edificio institucional de la Justicia y, el de Smith, que toma en cuenta la percepción de la gente y su comportamiento real como un referente ineludible para su interpretación de lo que es justo. Estas posiciones contrapuestas guardan relación con una de las circunstancias que llenan de angustia a todo aquel que se haya asimilado del Derecho como campo de estudio y de acción. Esto es con respecto a las desvinculaciones que existe entre la funcionalidad institucional basada en el principio perfecto y la vivencia de la cotidianidad, separación en cuyos efectos están a la vista y que se manifiestan en el grado creciente de frustración y escepticismo que despierta en la gente el concepto de justicia.

La fatuidad de las teorías

Amartya Sen, Premio Nobel de Economía desglosa esta tragedia de manera concisa y eficaz en su obra La idea de la justicia (Taurus, 2010) porque, desde su notable erudición, adopta un punto de vista generoso y desarma la fatuidad de las teorías que se alimentan de sí mismas y se alejan de los problemas cuya solución debería constituir su razón de ser. Se distingue prístinamente entre la concepción de justicia que se basa en esquemas y la que está basada en realizaciones. Opina de esta última que; debe concentrarse por ejemplo, en el comportamiento ideal y se pregunta: La cuestión es sí el análisis de la justicia debe reducirse a lograr instituciones básicas y reglas generales correctas.

Finalmente

¿No se debería también examinar lo que surge de la sociedad, incluyendo las vidas que las personas viven realmente con las instituciones y normas existentes, así como otras influencias, como el comportamiento real, que afectaría indudablemente a las vidas humanas?
Hay cantidad de decisiones tomadas desde las instituciones, cuando no responden a conveniencias lejos del interés general, son producto de un enfoque teórico, de la inercia o de la comodidad de un burócrata que se siente satisfecho con el solo cumplimiento formal de su trabajo. Es muy alentador observar en un filósofo de la talla de este Nobel, la búsqueda humilde, desprejuiciada y ecuménica de todo cuanto pueda contribuir a que la vida de la gente mejore real y efectivamente a través de la operación de una precisa idea de justicia.