viernes, 28 de enero de 2011

SIMÓN BOLÍVAR, HUMANO, MITO

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Simón Bolívar


                     SIMÓN BOLÍVAR - HUMANO - MITO 

 Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios de Aguirre, Ponte-Andrade y Blanco; Simón Bolívar: El Libertador; ese hombre extraordinario de una y mil facetas ese ser humano desconocido que aún sus propios compatriotas desconocen. Los historiadores a través del tiempo y la distancia han distorsionado su imagen, su obra, sus políticas, su entrega por la libertad de medio continente; sus errores, sus aciertos y han creado una matriz seudo-psicológica queriéndonos mostrar, su existencialismo, su manera de ser y de vivir.


Que no se ha dicho de Bolívar; incluso de manera interesada y acomodaticia para algunos que; han querido de manera peregrina y odiosa comparar sus posiciones con las por ellos asumidas por estos tiempos de turbulencia política y social en varios países del continente sudamericano, asumidas por el grande hombre incluso de forma circunstancial. Sus detractores se han paseado por todos sus desaciertos con meticulosa acuciosidad, acusándolo de arrogante, de su mordacidad para reclamar a los subalternos; cuando los resultados de sus batallas y acciones no resultaban los mejores. Sus gritos agudos con voz estridente, su hambre por la gloria que no por prebendas materiales. Todo esto nos indica un ser profundamente humano con sus virtudes, sus defectos, la fragilidad de la carne, que no la grandeza de espíritu, sus sentimientos por la patria y el pensamiento glorioso que lo sobraban para ser un ser superior.

Más Bolívar no debe presentarse como un ser mitológico, ni siquiera como un semidiós vaciado en bronce bruñido o esculpido en pulido mármol; sino el ser humano contentivo de unas virtudes extraordinarias que superaban sobradamente su natural esencia humano. Si alguna duda queda de la humanidad de Bolívar; tendremos que hablar obligadamente de su familia, de su niñez, de sus amores.

De su familia sabemos que su padre murió cuando tenía dos años y su madre cuando tenía nueve, tuvo cuatro hermanos: Juan Vicente, María Antonia, Juana y María del Carmen. Vivió una niñez tormentosa, huérfano desde temprana edad contrajo nupcias muy joven, a la edad de 17 años con María Teresa Rodríguez del Toro y Alaiza de 20 años de edad en Madrid, España quedando viudo prematuramente a los ocho meses de haberse casado. Falleció ella de fiebre amarilla o paludismo, habiendo contraído la enfermedad en San Mateo, Estado Aragua y muere en Caracas el 22 de Enero de 1803

Sus amores: La historia sobrevenida de fuentes disimiles nos cuenta: que la vida amorosa del Libertador fue abundante e intensa, comienza con María Teresa su esposa y luego se bifurca en el tiempo y lugares. Por supuesto hablar de la vida amorosa de Bolívar sería prolijo y largo de contar por esto; vamos a hablar de los más importantes: ya nombramos a su esposa en orden de importancia y de tiempo; su prima Fanny Du Villars, Manuela Sáenz, Josefina Machado (La Pepa Machado), Isabel Soublette, Juana Pastrano, Delfina Guardiola belleza singular llamada”La Bella de Angostura” y tantas otras.

Simón Bolívar además de lucir una aureola de héroe, era un hombre muy culto, buen conversador, apasionado, de una lujuria a flor de piel, escritor de millares de cartas, proclamas, diplomático, amante del baile, persuasivo, insistente y tantas otras cosas que todas reunidas conformaban dentro si a una persona por demás atractiva de mucho éxito entre las féminas. Dentro de las aventuras amorosas del Libertador; varias de sus amantes influyeron en algunas de sus acciones por ejemplo: la Pepa Machado, Manuelita Sáenz pero; como evitarlo algún precio tenía que pagar por disfrutar de tanto amor y la entrega de tantas amantes, tan diferentes entre sí. Todo esto es una demostración plena y contundente del argumento que estamos manejando, cuando asumimos todo lo que estamos presentando para desmitificar la figura de Simón Bolívar.

Porque no hablar del Bolívar que convivía con los llaneros en Apure, que dormía en un chinchorro y comía solo un pedazo de carne asada por todo alimento después de una larga jornada, del hombre que degustaba un cazo de sopa con verduras y carne muy gorda; que además le gustaba preparar sus propias ensaladas, ufanándose de que nadie las preparaba mejor que él. Le encantaba contar chascarrillos cuando estaba distendido y relajado, hacer mofa de los gestos de las personas que no eran de su agrado o por otro lado cuando pasaba por la cocina y pellizcaba a la cocinera. Este Bolívar fresco, humano hasta la saciedad, franco, este es el verdadero hombre que las futuras generaciones deben conocer no; el acartonado, el ídolo, el santo.

La historia; en este caso los historiadores: no le han hecho justicia a la figura del Libertador Simón Bolívar; es emblemático el caso del historiador argentino Bartolomé Mitre que se la pasó toda la vida con un metro en la mano midiendo la obra del Libertador en comparación con el General San Martin incluso acusando a Bolívar de mezquino bajo la presunción de que el primero sacó del Perú al segundo quitándole a este la gloria de liberal a este país. No somos historiadores, tampoco lo pretendemos esto es; solamente un punto de vista, una apreciación personal. Para terminar de deslastrar al Libertador de ese manto idolátrico, mítico; tenemos que aceptarlo con todos sus defectos que sin duda alguna formaban parte de su personalidad y, tener conciencia de todas sus virtudes para la fortuna no solo del mundo sino especialmente para esta parte de América Meridional.

Vamos a dejarles ver; para que saquen conclusiones; la carta dirigida a su prima y amante Fanny Du Villars por parte de Simón Bolívar el Libertador dos días antes de morir en Santa Marta, Colombia el 17 de Diciembre de 1830

“Querida Prima... Te extraña que piense en ti al borde del sepulcro..? Ha llegado la última aurora; tengo al frente el mar Caribe azul y plata, agitado como mi alma, por grandes tempestades; a mi espalda se alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve, impoluta como nuestros ensueños de 1805; por sobre mí, el cielo más bello de América, la más bella sinfonía de colores, el más grandioso derroche de luz... Y tú estás conmigo, porque todos me abandonan... Tú conmigo en los postreros latidos de la vida y en las últimas fulguraciones de la conciencia... Adiós Fanny... Esta carta de signos vacilantes, la escribe la misma mano que estrechó la tuya en las horas del amor, de la esperanza, de la fe; es la letra escritora del Decreto de Trujillo y del mensaje al Consejo de Angostura... No la conoces, verdad..? Yo tampoco la reconocería, si la muerte no me señalara con su dedo despiadado, la realidad de este supremo instante... Si yo hubiera muerto sobre un campo de batalla, dando frente al enemigo, te daría mi gloria, la gloria que entreví a tu lado, a los campos de un sol de primavera... Muero despreciable, proscrito, detestado por los mismos que gozaron mis favores; víctima de intenso dolor, preso de infinitas amarguras. Te dejo mis recuerdos, mis tristezas y las lágrimas que no llegaron a verter mis ojos... No es digna de tu grandeza tal ofrenda..? Estuviste en mi alma en el peligro; conmigo presidiste los Consejos de Gobierno; tuyos fueron mis triunfos y tuyos mis reveses; tuyos son también mi último pensamiento y mi pena postrimera... En las noches galantes de la Magdalena, vi desfilar mil veces la góndola de Byron por los canales de Venecia; en ella iban grandes bellezas y grandes hermosuras, pero no ibas tú: porque tú has flotado en mi alma, mostrada por níveas castidades... A la hora de los grandes desengaños, a la hora de las íntimas congojas, aparece ante mis ojos moribundos, con los hechizos de la juventud y de la fortuna; me miras, y en tus pupilas arde el fuego de los volcanes; me hablas, y en tu voz oigo las dianas inmortales de Junín y Bombona... Adiós Fanny... Todo ha terminado... Juventud, ilusiones, sonrisas y alegrías se hunden en nada; sólo tú quedas como visión seráfica, señoreando el infinito, dominando la eternidad. Me tocó la misión del relámpago, rasgar un instante la niebla, fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderse en el vacío... Adiós..!”… Simón Bolívar, 16 de diciembre de 1830…

                                                                                                         

gerag


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