amor |
Se sobre entiende; que el adulto sano es aquel que
puede amar y trabajar. Vamos a colocarnos en la primera exposición: amar. La
familia tradicional, los nichos vacios, las madres y padres solteros, las
viudas, los que viven solos, todos tal vez hayan mirado hacia estas opciones
por su sujeción en el amor, en la ansiedad del desamor, en la ensoñación de las
llamas apagadas, o las ternuras siempre añoradas pero nunca alcanzadas.
La intimidad y la obligación que conforma la pareja,
han sido en parte disgregados en los tiempos actuales por el divorcio. Pero
monógamos consecuentes, como de hecho lo somos, lo intentamos una y otra vez,
un 25% de los divorciados vuelven a reincidir
.
¿Que se desencadena con la ruptura del divorcio o la
muerte del cónyuge?
intimidad |
Por supuesto que esto depende de las circunstancias
de cada quien, pero; en términos generales, estos acontecimientos producen una
sobrecarga de estrés. En los años anteriores a la edad adulta, el cónyuge se
extravía con mayor frecuencia a consecuencia del divorcio que de la muerte, la
cual posiblemente sobrevendrá de forma gradual, a consecuencia de una
enfermedad... Esto permitiría, en cierto modo “prepararse” para enfrentar la
crisis que, por lo demás es normal. Más no siempre es así.
Prosiguiendo con el amor; este trae hijos, en
general esto representa un episodio feliz. La aceptación se diluye cuando los
niños empiezan a costar tiempo, dinero y esfuerzo. Y eso es así, sobre todo
para las mujeres que trabajan o profesionales liberadas que soportan la carga
típica del incremento de las obligaciones domésticas. Otra cosa interesante es
el abandono del hogar por parte de los hijos, a lo que se llama el <síndrome
del nido vacío>.
Anteriormente; las mujeres padecían más el factor de
soledad y pérdida que ello provocaba. En este momento en apariencia no es así:
porque, primero; la mayoría de ellas están preparadas para esta circunstancia,
en segundo lugar, los hijos abandonan cada vez más tarde el hogar. Una
innumerable cantidad de mujeres en la actualidad, se sienten complacidas de que
sus hijos crezcan, dejen la casa paterna y sigan adelante en su profesión.
Esa idea de
que lloran la pérdida de su capacidad de reproducción y su estatus de madre no
parece estar en sintonía con la realidad de hoy. Inclusive, muchos padres pasan
por la experiencia de una segunda <Luna de Miel> luego de la partida de
sus hijos.