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Actuar
siempre en cualquier circunstancia como si se fuera el primer actor de un
programa real. Esta frase pronunciada en términos
poco ortodoxos pero sin duda alguna muy digerible, podría sintetizar y
actualizar la esencia de dos principios enunciados por Emmanuel Kant y por Adam
Smith, con respecto a la justicia y la forma como los ciudadanos deberían
enfocar su conducta para alcanzarla.
La
justicia
La frase esgrimida antes intenta recoger y conciliar
dos concepciones respectivamente, la de someter
nuestras actuaciones a un principio y la de tener siempre en cuenta como
nos miran los demás. Regresando al contexto original, Kant sugería que debíamos
actuar de tal manera que la máxima de nuestra voluntad pudiera ser en todo
momento principio de una ley universal,
pero Smith nos invitaba a valorar nuestra conducta como uno imagina que la
examinaría un observador imparcial. He aquí dos ejemplos entresacados entre las
infinitas profundidades que grandes filósofos nos legaron en torno a la idea de
justicia.
Dos
diferentes enfoques
Provienen de dos diferentes enfoques que como
podemos darnos cuenta: el de Kant, que propugna un esquema de comportamiento
correcto sobre el cual se sustentaría el edificio institucional de la Justicia
y, el de Smith, que toma en cuenta la percepción de la gente y su
comportamiento real como un referente ineludible para su interpretación de lo
que es justo. Estas posiciones contrapuestas
guardan relación con una de las circunstancias que llenan de angustia a todo
aquel que se haya asimilado del Derecho como
campo de estudio y de acción. Esto es con respecto a las desvinculaciones que
existe entre la funcionalidad institucional basada en el principio perfecto y
la vivencia de la cotidianidad, separación en cuyos efectos están a la vista y
que se manifiestan en el grado creciente de frustración y escepticismo que
despierta en la gente el concepto de justicia.
La
fatuidad de las teorías
Amartya Sen, Premio Nobel de Economía desglosa esta
tragedia de manera concisa y eficaz en su obra La idea de la justicia (Taurus,
2010) porque, desde su notable erudición, adopta un punto de vista generoso y
desarma la fatuidad de las teorías que se alimentan de sí mismas y se alejan de
los problemas cuya solución debería constituir su razón de ser. Se distingue
prístinamente entre la concepción de
justicia que se basa en esquemas y la que está basada en realizaciones.
Opina de esta última que; debe concentrarse por ejemplo, en el comportamiento
ideal y se pregunta: La cuestión es sí el
análisis de la justicia debe reducirse a lograr instituciones básicas y reglas
generales correctas.
Finalmente
¿No se debería también examinar lo que surge de la
sociedad, incluyendo las vidas que las personas viven realmente con las
instituciones y normas existentes, así como otras influencias, como el
comportamiento real, que afectaría indudablemente a las vidas humanas?
Hay cantidad de decisiones tomadas desde las
instituciones, cuando no responden a conveniencias lejos del interés general,
son producto de un enfoque teórico, de la inercia o de la comodidad de un
burócrata que se siente satisfecho con el solo cumplimiento formal de su
trabajo. Es muy alentador observar en un filósofo de la talla de este Nobel, la
búsqueda humilde, desprejuiciada y ecuménica de todo cuanto pueda contribuir a
que la vida de la gente mejore real y efectivamente a través de la operación de
una precisa idea de justicia.
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